«Los pasaportes y los documentos de identidad, producto de complejas burocracias dedicadas a identificar a las personas y a regular su movilidad, han hecho posible una insólita transformación de la vida social –una transformación semejante a aquella identificada por Marx cuando analizaba la monopolización de los medios de producción por parte de los capitalistas, o la revelada por Weber cuando analizaba la expropiación por parte de los Estados modernos del uso legítimo de la violencia–. Para entender el mundo moderno, a estos dos tipos de «expropiación» debemos añadir un tercero: la monopolización de los medios legítimos de movilidad por parte de los Estados […]. Aunque este proceso tiene sus deficiencias, ha cosechado un éxito indudable regulando los movimientos de población y determinando quién pertenece a cada lugar. Ello ha desempeñado un papel fundamental en la construcción por parte de los Estados de «naciones» aparentemente homogéneas, aunque éste es un objetivo que, en esencia, resulta imposible de lograr.»